Intervención en la ceremonia de inauguración de la Exposición Universal de Sevilla

Intervención en la ceremonia de inauguración de la Exposición Universal de Sevilla

Majestades, señoras y señores:

Es para mí un honor, como presidente del gobierno, y un privilegio, como ciudadano de esta tierra, poder darles la bienvenida a España, a Andalucía y a Sevilla.

Este es, para nosotros los españoles, un año lleno de convocatorias de alcance universal, como los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Cumbre Iberoamericana de Madrid, las conmemoraciones del V Centenario y esta Exposición Universal que hoy se inaugura. La fecha del 20 de abril de 1992 dejará huella en nuestra memoria individual y colectiva.

Al acoger hoy aquí a representantes de más de un centenar de países, de una veintena de organismos e instituciones internacionales y de empresas públicas y privadas, España expresa, de forma simbólica, su propio equilibrio histórico. Ya no trata, como hacia antaño, de lanzarse a aventuras marítimas o terrestres; tampoco de cerrar sus fronteras, aislándose e ignorar el mundo.

España, desde la madurez histórica, muestra hoy su capacidad de atracción reuniendo aquí a cuantos han querido acudir a nuestra llamada. Al mismo tiempo hace los esfuerzos necesarios para integrarse en el mundo, compartir sus problemas y participar en la construcción de su futuro.

La exposición universal de Sevilla 1992 ha vivido los cambios y transformaciones producidos en el mundo durante los últimos años. Los acontecimientos de los países del centro y del este de Europa y los conflictos internacionales se han reflejado en ella. También los avatares que siempre acompañan a una empresa de esta envergadura.

Lo importante, sin embargo, es que ha habido capacidad de respuesta en cada momento para remontar las adversidades. Que entre todos hemos sido capaces de superar situaciones difíciles, consustanciales a todo gran proyecto que necesita varios años y grandes dosis de tenacidad y de trabajo en común para poder llegar a buen término.

Esta Exposición Universal, que fue solicitada en marzo de 1982 y registrada en junio de 1983, ha sido testigo del desarrollo del proceso de consolidación de la democracia española, de su avance económico, de la modernización de España, de la mejora en la prosperidad relativa de sus ciudadanos, de nuestro proceso de integración en la comunidad europea y de nuestra total implicación en todos los organismos y foros internacionales. Como proyecto de estado, ha prevalecido, por encima de las distintas coyunturas políticas.

Hoy es una realidad que nos enorgullece, porque representa y materializa aquella voluntad de avanzar en libertad que expreso con rotundidad nuestro pueblo en la transición a la democracia y en la constitución española de 1978. Este compromiso nos ha dado la plataforma y el estímulo para hacer algo que, si no hubiera habido una ocasión de esta naturaleza, probablemente hubiera tardado décadas en poder hacerse a un ritmo normal de prioridades.

La importancia de la participación internacional en esta exposición hace que el gobierno de España se sienta satisfecho y agradecido de la respuesta de la comunidad internacional a esta convocatoria. Cuantos participan en la exposición universal de Sevilla han entendido el significado de esta cita con el pasado y con el futuro, y también el sentido del mensaje de amistad de la misma: contribuir a reforzar los vínculos de una comunidad internacional que quiere preparar un futuro mejor, de cooperación y de paz.

Probablemente se den ahora, más que en ningún otro momento de este siglo xx, las condiciones adecuadas para que arraiguen estos principios en las conductas de las naciones. Los antiguos adversarios se han unido para cooperar en favor del bienestar y los enemigos enfrentados han vencido las barreras ideológicas para trabajar juntos por la causa de la paz.

En la nueva sociedad internacional que hemos de diseñar entre todos ya no hay modelos de referencia con los que alinearse. Existe la voluntad de asentar firmemente los valores democráticos y el respeto de los derechos humanos como principios básicos que han de guiar las relaciones internacionales.

Crece hoy en día la interdependencia y nada de lo que sucede en nuestro entorno nos es ajeno. En cualquiera de los grandes desafíos que debe afrontar un país no hay soluciones exclusivamente nacionales ni cuestiones que tengan solo alcance nacional.

“Bienvenidos a la España de 1992, en el quinto centenario de su unidad. Una España de futuro y de esperanza que confía en sí misma y en los valores de la libertad, de la solidaridad y del trabajo en común.”

Desde la construcción de un esquema de seguridad internacional fiable y eficaz, pasando por los problemas de la conservación del medio ambiente, o de política económica y monetaria, se precisa una cooperación solidaria, una participación concertada de todas las naciones.

España participa activamente en los diferentes escenarios con la voluntad de contribuir a ese futuro de paz y prosperidad que anhelan todos los países del mundo, reunidos hoy simbólicamente en este recinto.

Cuando S.M. El Rey anuncio la celebración en Sevilla de la última exposición universal del siglo XX, muchos fueron los compromisos adquiridos con esa comunidad internacional. Hoy podemos sentirnos satisfechos al poder ofrecer realidades tangibles que están a la altura de dichos compromisos. Y no solo, señor, por haber hecho honor a la palabra dada, sino también por haber contribuido de este modo a vertebrar Andalucía, un territorio lleno de potencialidades y de futuro.

Las nuevas autovías, la remodelación de la red de carreteras, la ampliación de los aeropuertos, el primer tren de alta velocidad, la introducción de la fibra óptica en las telecomunicaciones, la creación de una red digital de servicios integrados, la construcción de nuevos puentes, la recuperación del cauce histórico del Guadalquivir, la desaparición del muro de torneo son, entre otras muchas actuaciones, un claro exponente de que la exposición universal de Sevilla es una potente palanca para levantar un futuro de progreso, cuyo éxito pasa por la dimensión internacional de este acontecimiento.

No es este, sin embargo, un esfuerzo aislado o sin continuidad. Se trata de establecer las condiciones que favorezcan el desarrollo de Andalucía y también de articular este desarrollo con el del conjunto de España. En definitiva, se pretende aprovechar este impulso renovador para conectarlo, vertebrando este territorio con otros espacios de crecimiento y desarrollo de nuestro país.

Andalucía, región periférica en el espacio físico de la comunidad europea, cruce de dos mares y de dos continentes, vinculada por historia y cultura a América, ofrece una situación especial de gran interés político y económico.

Esta tierra, por donde han pasado tantas civilizaciones, no se ha resignado a las inercias históricas. Quiere renovarse y tomar impulso, y la isla de la cartuja muestra hoy con claridad esa vocación.

Por eso, el sentido de la exposición universal de Sevilla trasciende los seis meses de su celebración para prolongarse en el tiempo. Las infraestructuras realizadas, el potencial de crecimiento y la calidad de vida que ofrece el entorno son buenos puntos de partida para cartuja’93. Un proyecto capaz de continuar la tarea realizada y estimular el desarrollo, para situar a esta comunidad entre las regiones prosperas de Europa.

Bajo el impulso de las administraciones central, autonómica y local, cartuja’93 está promoviendo la participación tanto de instituciones públicas de investigación científico-técnica como de empresas innovadoras de ámbito regional, nacional e internacional.

La exposición universal de Sevilla es un proyecto vivo, majestades, no solo por ser generador de riqueza y bienestar para el presente y para el futuro, sino porque trata de fomentar el debate de ideas, de estimular la unión y el encuentro entre pueblos a través de sus culturas.

La exposición universal de Sevilla es un homenaje a la capacidad del hombre y a su creatividad a lo largo de estos últimos cinco siglos y un acercamiento a la nueva era de descubrimientos que nos anuncia el próximo milenio.

Podemos decir, por tanto, que la exposición universal es uno de los proyectos que la comunidad internacional se plantea desde la paz y desde la cooperación.

A todos los que participan en la exposición, desde los más cercanos –nuestros socios comunitarios, nuestros hermanos de Iberoamérica, nuestros vecinos del Magreb– hasta los más lejanos en el espacio, pero unidos todos en los propósitos de la exposición, quiero expresarles el reconocimiento profundo y sincero del gobierno de España.

Deseo resaltar también la participación de todas las comunidades autónomas y de empresas y organismos españoles, así como agradecer la hospitalidad de las autoridades andaluzas y sevillanas y del pueblo de Sevilla.

Bienvenidos cordialmente, de nuevo, a Sevilla y a Andalucía, bienvenidos a la España de 1992, en el quinto centenario de su unidad. Una España de futuro y de esperanza que confía en sí misma y en los valores de la libertad, de la solidaridad y del trabajo en común.

Hagamos de la exposición universal de Sevilla un éxito para todos. Un éxito para la comunidad internacional. Un paso más en el camino de la cooperación y de la paz que todos deseamos.

Gracias.